• 15 de abril de 2019

El indie ha muerto ¡Larga vida al indie!

El indie ha dejado de ser la materia prima del pop para volver a sus orígenes

Es un secreto a voces y lo mejor que le podía pasar a un género que sólo comulga del concepto “independencia”. Por fin, vuelve a su esencia, a las cloacas del infraunderground y a los recovecos de la nostalgia del treintañero de manual. Sobre todo, lejos, muy lejos del éxito de sello discográfico.

El indie ha dejado de ser la materia prima del pop para volver a sus orígenes, como en la metáfora del ave fénix o el ouroboros. Ahora está en las cenizas del fondo del cenicero o en los jugos gástricos de las prematuras camarillas millennial, como los pitis de liar y las tostadas de aguacate.

Está exactamente donde tiene que estar, porque la música pop lo hizo suyo y le arrebató todo lo que tenía. Después de su paso por la trituradora industrial del pop, el indie, el de verdad, volverá a resurgir y dejaremos de soportar el último reducto musical bucólico de Mr. Wonderful.

Mucho le debemos a este género que ha sacudido la forma en la que la gente acude a conciertos y festivales de guardar. Sin embargo, los estilos urbanos se han coronado (escúchese: trap, hip hop y aledaños musicales). Vuelven a copar el top de las listas musicales en occidente, la cabeza de los carteles de prestigio y el universo musical del que se nutren las Rihannas de turno.

 

 

Pero ¿Cómo ha podido ocurrir algo así?

Imagina que estás en la pos-adolescencia y después de haber crecido en las estepas de la crisis, lejos del vergel de comienzo de milenio, sin luz al final del túnel. Imagina que las reivindicaciones con las que se te hostiga desde tu cuna intelectual es música de profundidad, letras salpimentadas con metáforas incomprensibles, el falso positivismo de ukelele, ¡gritos de “hey!” y no de “f***!” en cada estrofa.

El indie se había convertido en una parodia de sí mismo, como en la genial película Frank donde Fassbender no se quita una cabeza hipsteriana de papel maché ni para ducharse y se ve obligado a contarle a los demás cuál es su expresión facial en cada momento. Happy face...

 

 

La reacción natural a todo esto es un puñetazo sobre la mesa, el trap es el nuevo punk al que le pese al gafapastismo musical. Cuando salía La Zowi en La Resistencia a presentar su tema “Puta”, a la mayoría de la audiencia se le quedó cara de haba poco antes de hacer clic en el pulgar triste de YouTube. Es bien evidente que no habían invitado a una doctora en filología hispánica y que no es carne de CERN, pero habla de un tema que a muchos cuesta entender. Si me apropio de tu insulto, deja de herir para empoderar.

Sin entrar en materia feminista, solo quería ilustrar con un ejemplo lo contundente que es el trap para advertir, básicamente, que deberíamos meternos nuestro paternalismo sonoro por donde buenamente nos quepa.

Y así, con todo, al que le motiven de forma exclusiva las metáforas en clave de esdrújula como las de Vetustos o Izales, mejor que vaya haciendo hueco a la nueva era musical y que siga pinchándose nostalgia, por supuesto, en vinilo.

Lo mejor de todo. El indie volverá a ser indie, un pequeño reducto de músicos independientes que llevarán la expresión musical a nuevas dimensiones de una forma íntima, poco ambiciosa, oscura y llena de significado.

 

 

El indie ha muerto. ¡Larga vida al indie!

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